Sí, admitámoslo. Ya no se escriben cartas de amor. Al menos a la manera romántica de antaño.
Las cartas de amor más famosas de literatos pasaron a la historia en estos nuevos tiempos en los que la forma de comunicarnos a través de las nuevas tecnologías crece a pasos agigantados.
Y es que el amor ya apenas se demuestra como antes. Un folio en blanco, un bolígrafo o una pluma y su tintero en los casos más idealistas y un sobre. Esos eran los instrumentos que se necesitaban para declarar el amor al otro.
¿Podemos decir que en el siglo XXI el romanticismo pasó a la historia? Rotundamente no. Pero pocos, me atrevería a decir que casi nadie, escribe cartas como aquellas tan famosas como las de Oscar Wilde, Ernest Hemingway o James Joyce.
La literatura, podemos decir, también ha cambiado en la forma de expresar el sentimiento más profundo. Cierto es que seguirán (mientras nos dejen) existiendo novelas de amor, poemas y obras de teatro en las que Cupido aparece como telón de fondo, pero las cartas de amor… ¡Ay esas cartas de amor escritas de puño y letra! Esas, lamentablemente, pasaron a la historia.
En los nuevos tiempos de las redes sociales y la inmediatez, el amor se demuestra a través de otras vías. Que nos gusten más o nos gusten menos son las que tenemos. ¿Acaso hay menos sentimiento en un email enviado a tu pareja que comience con un “volverán las oscuras golondrinas…” a lo Becquer? ¿O acaso hay menos amor en un Whatssap que diga “T Kiero muxo” con algún emoticono en forma de corazón y cientos de besos?
La realidad es que sea a la vieja usanza o a través de los nuevos medios, el amor siempre ilusiona. Quizás tengamos que comenzar a pensar que un email también puede ser literatura porque en ellos habitan cientos de poemas, de sentimientos y de cartas como las que se escribían con el deseo de que el cartero no llegara demasiado tarde, pongamos un 14 de febrero.
Quizás, en un tiempo no muy lejano, aparezcan los emails de amor más famosos de algún escritor célebre, en los libros de texto. Y se estudien los Whatssap de amor que recibía el amante de alguna poetisa. Serán los poemas del futuro. Aunque, queridos lectores, siempre nos quedarán las cartas de amor guardadas en algún viejo baúl, esas que amarillean con el tiempo y huelen a lavanda. O lo que es lo mismo:
Siempre nos quedará París.
Treinta y un años después se editó la mía: “Parecían sombras”. Desde entonces escribo todo lo que se me ocurre: poesía, más novelas, microrrelatos…
Mi cita favorita viene de otro escritor: “El que resiste, gana”.
Mientras tanto vivo y soy feliz.
ÁNGEL M. CASTILLO DE LAS PEÑAS